|
En las sombras del rincón más lejano del patio central de la posada alguien estaba promoviendo un alboroto, atacando cuidadosa, pero vigorosamente las sombras asentadas en la base del muro. De pronto, en el sector iluminado por la luna,
que quedaba directamente debajo de mí, capté un rápido movimiento, el de un animal de estrias amarillas y negras, semejante a una araña. Se deslizó a través del patio, con sus diversas patitas brillando a la luz de la luna.
Me pareció de un tamaño algo mayor que la tarántula de mi pais natal, pero se movió tan de prisa que apenas pude obtener un destello del curioso animal antes de que el muchacho de la cocina apareciese en su persecución, con una pala como un recio
instrumento, corriendo por debajo del balcón.
Mi curiosidad, que en mí es innata, me obligó a descender apresuradamente por la escalera, para ir al encuentro de aquel repugnante bicho. Pero ante mi fascinada mirada no me pareció la misma cosa con multitud de patas que habia visto antes;
ahora, parecía arrastrarse suplicante a mis pies, sobre dos delgadas patas y dos cortas manos.
Buscando sus ojos, descubri dos animadas órbitas que suplicaban con una cualidad infantil, fantástica, que me recordaron a mi hijo, al que vi con los ojos
de la mente; mi hijo aparecía y se desvanecía, mientras la bestia rozaba mi pié, ocultándolo con su cuerpo. Mi cerebro, entusiasmado por la posibilidad de obtener un grabado en color de aquel extraño ser, quedo de repente libre de sus ligaduras,
al tiempo que un vivísimo dolor heria mi pie, recorriendo a continuacion todo mi cuerpo. Cuando el dolor desaparecio lentamente me agache para levantar del suelo la asombrosa criatura que parecía estar recubierta con una piel infantil, rojiza,
y con un pelo dorado y sedoso que brillaba a la luz de la luna. Mi repulsión se trocó en interés, incluso cierta compasión hacia aquel animal. En tanto lo acercaba a mis ojos donde su forma y aspecto quedaron mucho mas definidos.
Una vaga asociación de mi mente me proporcionó un incentivo para llevar adelante mi primer plan de obtener una reproducción en color con el grabador que descansaba en la maleta de mi habitación.
Aquel pequeño mounstro, encantador, pequeño, de ojos grandes, vello dorado, rubio como el de los hombres, aquel "monstruo" que yo llevaba en brazos, me atraía con su inusitada belleza y me hacía estremecer con extraños recuerdos de mi distante hijo.
Diantre, hacía ya largo tiempo que había abandonado mi hogar! Contemplando de cerca el cuerpo de aquel animalito no descubría ninguna protuberancia; solo un par de grandes ojos azules que me miraban en los míos a través de la mata de pelo dorado,
cuando se refugió en el nido de mis ahuecadas manos. Fue una visión que me agitó profundamente.
Cuando me acercaba a la puerta de mi habitación uno de mis camaradas profirió un grito y corrió hacia mí. Su expresión horrorizada trocándose en otra de asombro cuando diviso cerca de mí, mi pequeña carga.
El diminuto ser cayó de mis manos, y cuando empecé a explicarle a mi amigo el extraño suceso, el animal abrazó el pie de aquel. ocultándoselo con su cuerpo. De repente, con los ojos casi fuera de sus órbitas, mi amigo intentó propinarle un puntapié al
extraño ser, pero el pié quedó en suspenso antes de haber movido siquiera la rodilla, al tiempo que sus ojos contemplaban incrédulamente al extraño animal que se aferraba a su pie.
Agachándose, cogió al pequeño Johnny en sus brazos, y se lo llevó a su habitación, mientras lo acariciaba pasando la mano por su dorado pelo.
Lo encontré muy extraño, ya que hubiera debido llamar "Robert" a mi hijito, pero si escogió otro nombre.. allá el.
EL PEQUEÑO JOHNNY
Teniente coronel Oscar G. Estes, Jr.
|