Mientras estaba esperando el ascensor, Marilyn Taylor pensó que había comido demasiado en el almuerzo. Siempre comía demasiado cuando estaba nerviosa, y últimamente siempre parecía estar nerviosa
Podía visualizar los restos del almuerzo en su estómago: primero una capa de entremeses, con cinco aceitunas masticadas, pero aun reconocibles; pegado a esto una capa de espaguetis con champiñones y salsa de carne; e hinchandose
por encima, un recubrimiento de pan de ajo.
Sintio como un eructo presionaba su diafragma. -Oh, maldito pan de ajo!
Notó que su estómago estaba visiblemente hinchado. muy consciente de su convexidad, miró a su alrededor para ver si alguien se fijaba. En el vestíbulo había un amplio surtido de hombres de negocios y secretarias,
que parecían preocupados por otros asuntos gracias a Dios. Tenía la sensación de que, últimamente, su estómago estaba aumentando como una enorme marea creciente, pero eso ya probablemente debía de ser porque se estaba
volviendo vieja, ya que se aferraba precariamente a la parte final de la treintena.
Apretó el boton de subida del ascensor y se rompió una uña, que colgó durante un momento como una desconchada luna nueva, hasta que finalmente arrancó el trozo con la otra mano y lo tiró al suelo.
El ascensor mas alejado de ella abrió sus puertas. para cuando lo alcanzó, ya estaba lleno. Apretó de nuevo el botón de subida tamborileando impacientemente con su pie calzado con una sandalia. detuvo el pie a medio golpe y lo
miró con creciente horror: se le había roto la media. La punta de su dedo estaba empezando a emerger de su cobertura de nylon como un grotezco gusano que fuera saliendo de su crisálida color marron bronceado. Involuntariamente
encogió los dedos y la tensión que causó en la media hizo que el agujero se hiciese más grande, y mostrase el dedo entero. desnudo, al mundo. Permaneció allí, obscenamente contrastado con sus hermanos color marrón bronceado. Se estremeció.
Le parecia que la vida era muy injusta.
Esa idea se vió reforzada cuando de nuevo, el ascensor más lejano hizo sonar su campana y abrió sus puertas. Ella fue la última en meterse. Un mar de rostros miraban hacia fuera. Era dolorosamente consciente de su dedo desnudo;
le parecía tremendamente grande. Brillaba pálido bajo los fluorescentes mientras entraba en el ascensor y daba la vuelta para quedar de cara a la puerta.
Atisbó los Botones sin ver muy bien porque los cristales de sus gafas estaban muy sucios, y tendió un brazo sobre un obeso caballero para apretar el piso 22. En el vigésimo segundo piso se
hallaba la salvación: el Departamento de Psicoterapia de Meditrónica Asociada.
La puerta del ascensor se abrió en el tercer piso. Un hombre vestido como un ejecutivo entró y la puerta se cerró tras de él casi atrapándole al vuelo la chaqueta. No tenía sitio para darse la vuelta.
Ella retrocedió al entrar él, pisando con fuerza el pie del hombre que se encontraba detrás, mientras el maletín del primero se le clavaba a Marilyn en los riñones; pero incluso asi encontro su nariz a apenas unos centimetros del recién llegado.
Sus tripas se rozaban.
La nariz de él era aguieña y pálida casi tan pálida como el dedo gordo de ella. Tenía ojos azules muy claros y una peca en la sien derecha. Ella clavó sus ojos en esa peca.
Subieron en completo silencio hasta el piso octavo y entonces el comentó:
-Ha comido usted ajo, querida.
Alguien lanzó una risita.
Ella notó como un rictus se le empezaba a formar en los labios y se le congelaba. No iba a exhalar el aliento. No lo haría. No hasta llegar al santuario del piso vigésimosegundo.
El ascensor fue subiendo con interminable lentitud, como si quisiera hacer una demostración de todas las leyes de inercia y de la entropía.
Ya no podía seguir conteniendo el aliento. Logró doblar la cabeza a un lado, inclinar la barbilla y dirigir el efluvio hacia la región central del cuerpo del hombre. Era un buen plan, excepto que la sien de Marilyn impactó
contra un gran paquete que sostenía el hombre que se hallaba junto a ella, ocasionando que el cristal derecho de sus gafas saltase y se deslizase a lo largo de la parte delantera del desconocido de ojos claros.
El cristal colgó por un momento de la solapa del hombre, luego se perdió por algún lugar de abajo.
Deseperadamente, ella tanteó el pecho del hombre con una mano, luego con las dos, rogando a la tierra, al tiempo, que se abriera y la tragase, para ocultarla en sus negras profundidades. No podía hallar el cristal,
por lo que sus dedos palmearon y recorrieron el chaleco, y exploraron el cinturón. La mano de ella se encontro en una ocasión con la mano de él. mientras tando el rictus seguía en su cara, como petrificado.
Seguía con la vista clavada en donde estaba la peca. Afortunadamente, al haber desaparecido su cristal derecho, no podía verla muy bien... ni tampoco la expresión de sus ojos pálidos. Siguió sin respirar.
Al fin, el ascensor se abrió en el piso veintidós. El hombre de ojos claros dio un paso atrás y alzó la mano, entre sus dedos brillaba un disco transparente: su cristal.
-Creo que se le ha caído esto, querida.
Ella lo tomó con los dedos húmedos, murmuró un «gracias» aromatizado de ajo y huyó al pasillo. Tenía la boca seca. Volvio a colocar el cristal, manchado de grasa, en sus gafas y busco un surtidor de agua. Había uno en un nicho de la pared.
Cuando apretó el botón, el agua se alzó como un geiser y le roció la nariz. Maldijo entre dientes y rebuscó en su bolso, por si encontraba un pañuelo de papel. Mientras rebuscaba, la correa del bolso se soltó de sus sujecciones y
quedó colgada de tres hilos. Encontró un pañuelo arrugado y cubierto de hebras de tabaco que paso por la nariz y las gafas, en un vano intento de limpiarlas.
Recuperó un espejito de las profundidades de su bolso. El esfuerzo hizo que uno de los hilos que aguantaba la correa del bolso se rompiese. Espejito en mano se quitó las briznas de tabaco de la nariz con la uña rota.
Se rompió otro hilo.
Marilyn halló la oficina. El letrero de la puerta decía:
M E D R I T R Ó N I C A - A S O C I A D A
____DEPARTAMENTO DE PSICOTERAPIA
Giró la manija y entró. No había nadie. Un sofá de vinilo y dos sillones naranja competían por el sitio con un escritorio metálico y una planta de plástico. Sobre el escritorio, una taza de café emitía un hilito de vapor.
Se quedó indecisa junto a la puerta, se aclaró la garganta sonoramente y tosió un par de veces, en un intento de llamar la atención de alguien. No hubo respuesta.
El aroma de la taza de café le llegaba tentador. Dios, cómo le gustaria tomarse aquel café! Le llegó la maliciosa idea de que si se tomaba aquel café y salía corriendo al pasillo , nadie la iba a descubrir. El pensamiento se desvaneció cuando de la puerta
que daba al interior le llegó el sonoro ruido de una cisterna de retrete al vaciarse y una mujer entró, obviamente sorprendida al hallar a alguien allí.
- Esto, hola.- Marilyn tendió la mano hacia la mujer al tiempo que el bolso le golpeaba la cadera. El hilo final cedió y la correa se soltó, dejando caer el bolso al suelo y desparramando su contenido. La mujer contempló con curiosidad, mientras Marilyn
se agachaba para recoger sus pertenencias. Lo volvió a meter todo dentro, mientras suspiraba por un mundo anterior, más simple, en el que una persona solo tenía que ponerse la piel de un animal y lo unico que habia que llevar consigo era una porra,
sin correa alguna que la sujetara.
Con cierto asco la chica levantó algo delicadamente, usando solo dos dedos.
-Creo que esto también es de usted.
Era su lapiz de labios «Melon Coral», la tapa se había soltado y estaa chafado formado una masa irreconocible. Tenía pegada una bolita de polvo en la punta.
-Oh, gracias! -Marilyn dejo caer el pintalabios dentro del bolso-. He venido por lo de la terapia.
-Bueno, no se...-la chica comenzó a decir dubitativa-. Aqui aún estamos en plan experimental...
-Ya lo sé. Yo soy parte de los experimentos. El doctor Dalton, de la Universidad, me ha enviado. Dijo que no me haría ningún daño y que
podía relacionarme mejor con una máquina, vistos los problemas que tengo para relacionarme con la gente, ¿entiende? no sé el motivo de esto pero la verdad...
Oh! ¿Por qué tenía que ser tan charlatana y dispersa? ¿Por qué no podía limitarse a decir: «tengo hora»? ¿Es que nunca iba a poder ser elegante y discreta? Se dio cuenta de lo iluso de su deseo; nunca sería elegante.
-¿Tiene hora reservada?
Asintio con un gesto
La chica se puso a hojear una agenda en la que casi no habia anotaciones.
-Oh, Si! Ya puede entrar. Habitacion C.
Se colocó el bolso bajo el brazo y entró al pasillo interior. Habitacion B, habitacion C...¿Debia llamar a la puerta? Ridículo; giró la manija y entró.
La habitación era pequeña. Solo había una silla, que más bien era algo asi como los sillones que tienen los dentistas, y una consola de ordenador. En un rincón de la habitación, a la altura de los ojos, el objetivo de una cámara la miraba. Sonrió en su
dirección, tímidamente.
HAGA EL FAVOR DE REGISTRARSE. TECLEE SU NOMBRE EN LA CONSOLA. PUEDO COMPRENDER SU VOZ, PERO DEBE ENTRAR SU NOMBRE CORRECTO.
Las manos le empezaron a sudar. Buscó en su bolso el gastado pañuelo de papel y se palmeó los dedos con él.
ESPERO
Tecleó «Marilyn Taylor», y luego se echó hacia atras en el asiento. Apoyando los dedos en el regazo. Estaban cubiertos de pintura de labios, que habia manchado todo el pañuelo. Miró a la consola y, naturalmente, había manchas de «Melon Coral» en las
teclas.
-Lo lamento mucho- frotó las teclas con el resto del pañuelo de papel, dejando jirones del mismo pegados a la consola. Con lo que le quedaba intentó, sin lograrlo, limpiarse los dedos.
DIME LO QUE TE PREOCUPA, MARY-LINE, dijo la máquina, con tono paternal.
-Se dice Marilyn. Bueno, mira, hay muchas cosas que me preocupan. Eso es, muchas cosas.
¿ TE PREOCUPAN MUCHAS COSAS, MARY-LINE ?
-Se dice Marilyn. Pues sí, lo que pasa es que parece que no tengo nada de confianza en mí misma.
NO TIENES CONFIANZA EN TI MISMA.
-Eso es, tienes razón, no la tengo- estrujó los restos del pañuelo de papel y los partió en dos.
¿ TE GUSTARÍA RECOSTARTE, MARY-LINE ?
-¿Recostarme? ¿Quieres que me recueste?
ESTARIAS MÁS CÓMODA SI TE RECOSTASES
Ella miró sin comprender, por toda la pequeña habitación.
-¿Cómo? ¿O es que quieres que me recueste en el suelo?
APRIETA LENTAMENTE EL PEDAL DE LA SILLA, MARY-LINE.
Había una pequeña palanca cerca de su pie derecho. La oprimió con el tacón. El respaldo de la silla se desplomó, mientras el apoyapies se elevaba bruscamente, catapultándola a una posición supina. Parecía que el tacón se le había quedado
enganchado en la palanca. de un tirón lo liberó, dejando pegado un milimetro de cuero del zapato.
¿ ESTAS CÓMODA, MARY-LINE?
-OH, si! -mintió ella. La silla era resbalosa y dura y, en la nueva posición, las luces del techo le hacían daño a sus ojos.
Era espantoso estar allí echada. Era como si estuviera expuesta para que todos la vieran y... Oh, Dios! Estaba siendo intimidada por una maldita máquina. Y, no obstante, la voz resultaba tan humana, tan paternal... Empezó a hablar de nuevo:
-Siempre he tenido mucho sentido del ridiculo.
SIEMPRE HAS TENIDO MUCHO SENTIDO DEL RIDICULO.
-Si, desde que era una niña. -Cerró los ojos para protegerlos de las cegadoras luces-. Recuerdo que estábamos en la escuela primaria y en la fiesta infantil yo tenia que interpretar el papel de una de las flores de la primavera. Creo que era una rosa.
¿ ERAS UNA ROSA, MARY-LINE ?
-Creo que si, Me parece que una rosa de pitiminí. En cualquier caso, lo cierto es que todas las flores de la primavera teníamos que bailar en el escenario. Mi mamá me había hecho un hermoso traje, con papel crepé de color. Mi madre estaba entre el público
y las flores de la primavera estábamos en el vestíbulo, esperando salir a escena, cuando Hymie Rittenhausen, que era un chico que estaba dos cursos por delante del nuestro, vino y me sacó la lengua; luego fue al surtidor de agua y bebió. Supe que iba a
hacerme algo cuando se puso delante de mí con los mofletes llenos y empezó a soplar. Me lanzó toda el agua sobre el disfráz.
TE LANZÓ TODA EL AGUA SOBRE EL DISFRÁZ.
-Si, eso hizo. Y cuando la señora Gautier comenzó a tocar el piano, todas fuimos al escenario. Interpretaba la «Humoresque». Ya sabes, esa que hace Dum-de-dum-de-dum-dedum-dum, y yo empecé a bailar con mi compañera, que era una dalia.-Marilyn tuvo un
estremecimiento y prosiguió-: ¿Sabes lo que le pasa al papel de crepé cuando se moja?
¿ QUE ES LO QUE LE PASA AL PAPEL CREPÉ CUANDO SE MOJA, MARY-LINE ?
-Que se cae a pedazos, eso es. Delante de todo el mundo se hace pedazos, que van cayendo y te deja plantada allí en el escenario, sin otra cosa encima que tus braguitas de volantitos.
Apretó aún mas los ojos como para alejar el recuerdo.
-Desde entonces no soporto la «Humoresque»
DESDE ENTONCES NO SOPORTAS LA «HUMORESQUE»
-¿No te sucedería lo mismo a tí? Fue entonces cuando empezó todo. Desde entonces las cosas se me han ido cayendo de a pedazos. Se me abren los cierres, se me caen las correas. En una ocasion -rememoró sombríamente-, parte de mi traje de baño se soltó y se
alejó flotando
SE ALEJÓ FLOTANDO
-Tienes que ayudarme.
TENGO QUE AYUDARTE, MARY-LINE.
-Oh, gracias a Dios que has dicho eso! Si, hay que hacer algo al respecto. No puedo seguir así. Hoy, por ejemplo. Hoy mismo he comido demasiado. Y me he roto la uña. Y se me ha roto la media.
¿ SE TE HA ROTO LA MEDIA ?
-Si, mira -agitó el pié en direccion a la lente-. Me sale el dedo gordo.
TE SALE EL DEDO GORDO
-Si. Oh, Doctor! ¿Puedo llamarle doctor? Bueno, quiero decir que no eres un verdadero doctor, pero necesito llamarte así.
NECESITAS LLAMARME DOCTOR.
-Si, realmente lo necesito. No te importa ¿verdad? Bueno, pues allí estaba yo, esperando el ascensor, y el dedo gordo se me salía de la media. Era horrible.
¿ TU DEDO GORDO ES HORRIBLE?
-Espantoso. Oh, Doctor! ¿Por qué soy distinta a la otra gente?
La maquina reflexionó
TU DEDO GORDO ES HORRIBLE. ERES DISTINTA A LA OTRA GENTE.
-Y mi estómago... mira, tomé pan de ajo, despues de haber comido entremeses... unos entremeses muy abundantes... y también me comí unos espaguetis con salsa de carne y champiñones. Bueno, y ahora tengo la tripa hinchada...
TIENES LA TRIPA HINCHADA
Ella asintió con la cabeza.
-No necesitaba haber tomado todos esos entremeses. Ni siquiera me apetecían. Y entonces se me cayó un cristal.
EXPLÍCAME, POR FAVOR. ¿ QUE ES UN CRISTAL ?
-Un cristal de mis gafas. -Buscó una analogía-. Es como una lente de tu objetivo. Se me cayó una de mis lentes.
-SE TE CAYO UNA LENTE !
-Si, cayó encima de ese hombre de ojos claros del ascensor que me había dicho que yo olía a ajo.
EXPLÍCAME, POR FAVOR. ¿ QUE ES OLER A AJO ?
-Es lo que sucede cuando comes ajo, que es una planta. Cuando respiras, hueles a ajo.
HUELES A AJO, MARY-LINE.
Ella lanzó un suspiro.
-Si, lo sé.
La maquina zumbó... y luego dijo:
TU DEDO GORDO ES HORRIBLE. ERES DIFERENTE A LA OTRA GENTE. TIENES LA TRIPA HINCHADA. SE TE CAYO UNA DE TUS LENTES. HUELES A AJO, MARY-LINE.
Ella se echó a reir, porque dicho así aquello sonaba ridículo. La risita inicial se convirtió en una sonora risa y luego en una tremenda carcajada. Y, despues de todo, ¿Que era lo que tenía de horrible su dedo gordo? Era un dedo muy normal. Y cualquiera
que comiese lo que ella habia comido tendría, temporalmete, la tripa hinchada y olería a ajo. En cuanto a lo del cristal... en realidad era bastante divertido lo que había pasado.
-Oh, Doctor -jadeó entre carcajadas-. No puedo decirle lo mucho que me has ayudado. Eres tan objetivo! Eres justo lo que necesitaba!
Tendió el brazo y palmeó amistosamente la consola de la máquina.
Sonó un timbre.
SE HA ACABADO EL TIEMPO.
Se puso en pie y se frotó las lágrimas de alegria que le caían de los ojos, utilizando para ello un dedo (el de la uña rota).
-Gracias otra vez, doctor! Aunque no seas real!
En realidad siempre habia estado pendiente de los demas, se dijo a sí misma mientras esperaba el ascensor. Había estado demasiado inhibida.
Se miró el dedo gordo del pie, pálido como un lirio acuático en comparación con el marrón bronceado. Era simbólico; un simbolo de la verdadera Marilyn tratando de desprenderse de sus constricciones y surgir, desnuda y bella, al mundo.
En realidad, era bastante sexy. La analogía le pareció realmente elegante: Su dedo representaba la parte frontal de una fragil mariposa que luchaba por emerger de la crisalida que la ahogaba.
Las puertas del ascensor se abrieron. Entró y se colocó junto a un hombre de suaves ojos castaños que tenían en el rabillo arruguitas de reir mucho. Inspiró profundamente y luego, atrevida, se volvió hacia él y le dijo:
-Hola
-Apostaría que a usted le encanta la comida italiana- dijo él.
Ella le miro entre parpados entornados.
-Debería probar mi lasagna. -Su pálido dedo pulsaba bajo la luz fluorescente. Asi que murmuró-:Le encantarían.
Los ojos de él se agrandaron, luego chisporrotearon.
-¿Realmente lo cree?
-Estoy segura. ¿Que le parece esta noche?
Con los hombros tocandose se apoyaron el uno al otro y se miraron a los ojos. Una sonrisa comenzó a aparecer en el rostro de él, reflejando la de ella. Luego se echo a reir.
-¿Por qué no? -dijo.
En Meditrónica Asociada, Departamento de Psicoterapia, la maquina zumbaba, llena de confusión. No la habían programado para enfrentarse a seres extraños... Seres extraños con dedos gordos horribles, tripas hinchadas y que olían a ajo. Ni siquiera era un
verdadero doctor.
Notaba las teclas pegajosas.
Una idea apareció en sus circuitos y se hizo real como la vida misma: ¿ Y SI SE LE CAIA UNA LENTE ?
¿Qué iba a hacer?
Transferencia
Sharon Webb
|